El lema tomista que preside la advertencia preliminar

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Conocimiento y perplejidad
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Excursus sobre el título del libro

La advertencia preliminar está precedida de un texto en latín del Comentario de Tomas de Aquino a los XII libros de la Metafísica de Aristóteles, libro III, 1, 1[1], que traduzco lo más literalmente posible:

«Pero aquí pone por delante todas las dudas, y, después, según el orden debido, determina la verdad. La razón de esto es que las otras ciencias consideran particularmente la verdad, por lo que a ellas les pertenece también dudar particularmente acerca de las verdades singulares. Pero a esta ciencia (la filosofía primera), como tiene una consideración universal de la verdad, así también le pertenece una duda universal acerca de la verdad».

Este texto tiene como referente el diverso procedimiento que sigue Aristóteles en la Metafísica con respecto a sus otras obras: en las otras obras también suele poner por delante de la búsqueda o determinación de una verdad ciertas dudas ocasionales que le salen al paso, pero una a una, mientras que en esta obra las pone por delante todas juntas. En ese punto se inserta la cita. En ella Tomás de Aquino muestra su conformidad con el procedimiento de Aristóteles, que hace anteceder la duda universal al conocimiento propiamente dicho de la metafísica (las causas últimas). Y justifica la adecuación de este procedimiento apelando al carácter universal del conocimiento filosófico. La filosofía se diferencia de las demás ciencias en que éstas consideran verdades particulares, mientras que ella considera la verdad trascendental. Las ciencias particulares no empiezan dudando de todo, sino que suponen la verdad universal y sólo ponen en duda algunas verdades concretas. En cambio, a la filosofía le corresponde una duda universal sobre la verdad, y en ese sentido tiene que considerar todas las dudas posibles antes de buscar la verdad.

El texto es sumamente chocante para un tomista moderno, porque parece dar cabida a la duda metódica cartesiana, y con ella a la precedencia del método respecto del conocimiento filosófico. Y ciertamente, aunque a continuación, en los números 7 y 8, propone otras dos posibles razones del cambio de método por Aristóteles, a Tomás de Aquino la razón expuesta le parece la más profunda, y, sea o no más conforme con lo que piensa el Estagirita, lo cierto es que él entiende que ése es el orden debido, a saber, empezar por plantear todas las dudas. Pero, ¿cuántas son todas las dudas?, podría preguntarse. Sería una confusión entender «todas» como una exigencia cuantitativa o extensional, antes bien, según sugiere el texto, «todas las dudas» equivale a la duda universal. El sentido en que es utilizada la duda por Tomás de Aquino se puede colegir de la literalidad de sus palabras: la duda es un procedimiento para considerar la verdad. Concretamente, lo que aquí se llaman «dudas» son los distintos hallazgos que han obtenido otros pensadores en su búsqueda acerca del tema en cuestión, mientras que «todas las dudas» es la distribución globalizadora de los problemas y soluciones a considerar. No se trata, pues, de poner en duda nada, sino de no dejar de someter a examen nada relevante. Por lo mismo, no estamos ante la duda metódica cartesiana[2], que pretende poner en duda la existencia de todo para obtener una primera certeza absoluta, sino ante la exigencia de no dejar de considerar nada cualitativamente significativo, para poder saber acerca de lo último de modo verdaderamente universal. «Duda universal» es equivalente a examen universal, un examen que es requerido cuando se busca la verdad en toda su amplitud, o sea, cuando se buscan los principios o causas últimos, es decir, las ultimidades[3].

Sin embargo, ese examen no coincide con la determinación de la verdad, sino que es previo a tal determinación, en tanto que procedimiento que abre la mente a la consideración universal de la verdad. Y la primera cosa que ha de ser sometida a examen con carácter previo a la determinación de la verdad es precisamente el método, pues –como dice a continuación Tomás de Aquino–, antes de la ciencia es preciso buscar el modus de la ciencia[4]. La cita es, por tanto, adecuadísima, y contiene toda una advertencia preliminar: el requisito de someter a examen el método antes de proceder al conocimiento metafísico no es una invención exclusivamente moderna, sino que, según Tomás de Aquino, ya era propuesto, y acertadamente, por Aristóteles en su Metafísica. Es verdad que para los aristotélicos medievales ese ejercicio previo se traduce sólo en el establecimiento de los objetos material y formal de la metafísica, o sea, como cierta concentración de la atención en el saber que se busca, pero también lo es que, según el mayor de dichos aristotélicos, no se puede empezar a hacer metafísica sin haber tenido en cuenta el modo en que se ha de hacer, por donde implícitamente se infiere que cabe incrementar la concentración de la atención más de lo que lo hicieron los metafísicos tradicionales, sin que por ello se haya de incurrir necesariamente en la pretensión moderna de que el solo método determina el contenido de la metafísica[5]. Una cosa es que haya de considerarse el método antes de elaborar la metafísica, y otra que el método determine por sí solo todo el saber metafísico: la precedencia del método es sólo cognoscitiva, o en el orden del saber, no ontológica, o en el orden del ser.

En resumen, el lema que preside este libro es el de que antes de hacer metafísica o filosofía primera es preciso hacerse cargo de todas las dificultades y requisitos que tamaña tarea lleva consigo, entendiendo por «todas» no una indicación cuantitativa, sino holística, que señala más la intensidad que la extensión de la tarea. La metafísica no puede, por ser la filosofía primera, soslayar el problema del método, antes bien a ella se le plantea de modo más radical y difícil la cuestión de su modo o método. Hacerse cargo de las máximas dificultades, sin dar por previa y acabadamente sabido nada, es el espíritu que guía la hechura de este libro.

Ignacio Falgueras Salinas

[1] El autor cita «L. III, 1, 1», pero en la edición de R. Busa (vol. 4, p.409) el texto aparece en la lect. 1, n. 6 e introduce un simul («a la vez») detrás de hic vero, o sea, detrás de las dos primeras palabras del texto, que no queda recogido en el lema citado por LP, y que enfatiza la diferencia de procedimiento entre la Metafísica y las otras obras de Aristóteles, pero sin que cambie el sentido del mismo. El original termina diciendo: «et ideo non particulariter, sed simul dubitationem universalem prosequitur»(«y por eso desarrolla la duda universal, no de modo particular, sino en conjunto»).
[2] La duda cartesiana no es duda universal, sino general, porque es una duda voluntaria, no nacida de la estricta búsqueda de la verdad, sino provocada por la voluntad, y ejecutada como negación suave (duda) de lo objetivamente sabido.
[3] La duda universal tomista se corresponde con el criterio aristotélico según el cual «quae sunt posteriora secundum naturam sunt priora quoad nos» (In Boethii De Trinitate, 1, 1, 3, sc2), es decir, con la diferencia (para el hombre) entre el orden del conocer y el del ser, mientras que la duda cartesiana se corresponde con la mismidad entre el orden del conocer y el del ser (cogito ergo sum). La duda universal no ha de ser antepuesta a todo saber, sino sólo al saber último o más intenso (filosofía), la duda general cartesiana sí ha de ser antepuesta a todo saber. La duda tomista busca ajustar la atención, dispersa entre los múltiples saberes particulares que tiene el hombre, al tema de los principios o causas últimos de la realidad; la duda cartesiana tiene el propósito de determinar los principios mediante el método cognoscitivo empleado.
[4] Ibid. lect. 2, n.1: «prius oportet quaerere modum scientiae, quam ipsam scientiam». A lo que llama modo de la ciencia corresponden en el Comentario los que en otras obras denomina objeto material y formal del conocimiento (Cfr. ST II-II, 1, 1, co).
[5] Si se me preguntara con qué fundamento atribuyo implícitamente estas afirmaciones al autor del libro, la respuesta estaría pagada: las fundo en que el libro está encabezado por una cita de Tomás de Aquino y no por la de algún moderno, pero por una cita desconcertante para los tomistas, en la que se afirma la necesidad de considerar el método de la metafísica antes de pasar a los temas propios de tal saber.

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