Filosofía para el siglo XXI: Polo y Levinas

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SOBRE EL REALISMO DE LEONARDO POLO
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UN DESCUBRIMIENTO TRASCENDENTAL

Juan A. García González

(Universidad, Málaga 2002)

El hombre y la filosofía

             Algunos dicen que todo hombre es filósofo por naturaleza. Y, ciertamente, todos tenemos nuestras propias opiniones sobre los grandes temas filosóficos: como el tema de Dios, el origen del universo, el destino humano, etc. Sin embargo, no toda persona es filósofo profesional: porque no sabe, seguramente, justificar acabadamente esas opiniones suyas, ni contrastarlas cabalmente con otras parecidas o distintas. Sucede, sí, que todo hombre tiene que ver con la verdad, tanto en su dimensión teórica, presente en la educación, la literatura, los medios de comunicación, etc.; como en su dimensión práctica: a la hora de escoger, de decidir, de proyectar la propia vida, y demás. Pero esto ocurre de la misma manera que todo hombre tiene que ver con la bondad, o con la belleza, por ejemplo; y no por eso decimos que todo hombre sea justo o artista por naturaleza. Los artistas son quienes se dedican profesionalmente a cultivar esa dimensión de la persona que tiene que ver con la belleza: digamos, la sensibilidad estética, o la capacidad creativa. Parejamente los filósofos nos dedicamos profesionalmente a cultivar esa dimensión personal que nos pone en contacto con la verdad: sea la inteligencia o, más en general, el conocimiento.

            Por otro lado, el ejercicio profesional de la filosofía es, hoy en día, muy restringido, casi privado; acontece, básicamente, en las universidades. Además, y en esta línea de consideraciones, suele decirse que el filósofo es persona solitaria, encerrada en sus propios pensamientos. Pero, igual que ocurre con los artistas, cabe sospechar que no obstante tiene su influjo en la sociedad: quizás marcando pautas de opinión, en la medida de sus posibilidades; o descubriendo en la sensibilidad del hombre contemporáneo sus intereses teóricos, sus dudas y problemas, para las que intenta arbitrar soluciones o anticipar consecuencias. El filósofo vive en el mundo, y en contacto con sus semejantes; e intenta elevar a concepto, pensar y entender, cuanto a su alrededor ocurre; y desarrolla la filosofía, o la extiende, o la formula en nuevas versiones que sintonizan con el entorno y la situación en los que vive.

 La filosofía en la segunda mitad del siglo XX

             Y como estamos empezando un nuevo siglo, parece ser la ocasión oportuna para hacer un balance del pasado, y ver en qué situación nos encontramos: a qué punto ha llegado, y en qué momento está la filosofía. Podríamos señalar las siguientes notas:

– en el siglo veinte ha habido un alto desarrollo de esa parte de la filosofía que es la lógica. Desde el neopositivismo lógico del círculo de Viena, hasta la filosofía analítica predominante en el contexto anglosajón (el Reino Unido y USA), la lógica del siglo pasado se ha desarrollado y especializado muchísimo, incluso hasta alcanzar una cierta autonomía respecto de la propia filosofía. También hay que tener en cuenta que en ese siglo se ha desarrollado mucho la informática y la alta tecnología, y eso ha obligado a idear sistemas de procesamiento de información con unas estructuras lógicas muy complejas.

– en segundo lugar, en el siglo veinte se ha desarrollado también mucho la filosofía práctica. La escuela de Frankfurt en Alemania, la teoría de la acción en el ámbito sajón, todo el pensamiento marxista que pervivió hasta la caída del muro de Berlín, y demás, han desarrollado mucho la reflexión sobre los temas morales, sociales y políticos. La declaración de los derechos humanos, la extensión y reconocimiento de la democracia como forma de gobierno de los pueblos, y nuevos fenómenos sociales como la potenciación del papel público de las mujeres, las migraciones contemporáneas, etc. han proporcionado a su vez cierta solidez y nuevos problemas a la temática de la filosofía política, que se está constituyendo también en un cuerpo un tanto autónomo de la filosofía teorética.

– en tercer lugar, el racionalismo e idealismo que caracterizó la filosofía moderna, en los que el pensamiento se dedicó a pensarse a sí mismo, han tenido unas secuelas de cierta importancia en el siglo veinte, principalmente la fenomenología y la hermenéutica. Los pensadores más reconocidos en este campo son Husserl y Heidegger. Seguramente el primero es el autor más leído e influyente del siglo; y el segundo es posiblemente el metafísico más reconocido de la filosofía contemporánea. Pero sus planteamientos, especialmente en la segunda mitad de siglo, nos han parecido insuficientes, o necesitados de alguna puntualización.

– porque, finalmente, el siglo veinte en su conjunto ha sido para la filosofía un período inestable, de crisis, de búsqueda de nuevas formas de pensar, como el existencialismo o el estructuralismo, y, en particular en la segunda mitad de siglo, de crítica de la racionalidad moderna, a la que se juzga demasiado teoretizante o idealista: apartada de la vida real y concreta de los hombres, tan aceleradamente cambiante en ese siglo. La apelación a Nietzsche ha sido frecuente en este contexto. Y en esta línea han aparecido movimientos que han terminado por ser irracionalistas, como la postfenomenología francesa, la filosofía de la diferencia, el pensamiento débil italiano, etc. Paralelamente, el ateísmo y el relativismo cultural imperantes ofrecen cierta base social a estos movimientos de crisis de la razón.

            Precisamente en este ámbito voy a hablar aquí de dos pensadores muy heterogéneos entre sí, pero que comparten la denuncia de ese abuso del pensar teoretizante ejercido en la filosofía moderna. Y voy a aludir a ellos porque se distinguen del resto de los críticos de la razón que han aparecido en la segunda mitad del siglo veinte, en su carácter positivo: porque ofrecen una alternativa esperanzadora para la filosofía, en lugar de hablar de su ocaso, de la muerte de los grandes relatos, o del fin de la teoría y hasta de la historia.

Leonardo Polo

            Leonardo Polo es un filósofo madrileño (1926-) que ha desarrollado su actividad docente principalmente en la universidad de Navarra y en numerosos periplos por distintas universidades iberoamericanas. En 1964 presentó a la comunidad filosófica nacional (El acceso al ser) su filosofema central: el límite mental. La mente humana tiene una limitación constitutiva que el ejercicio del pensamiento no hace sino consagrar. En cambio, si se detecta adecuadamente, cabe una metodología filosófica consistente en abandonar el límite mental. Dicho abandono es hacedero de cuatro maneras, que abocan a una mejor comprensión de la temática filosófica radical, a saber: la esencia y el ser del universo, y la esencia y el ser de las personas humanas.

            A partir de esa intuición primeriza, Polo ha consagrado su larga carrera de investigación filosófica a precisar el alcance de su nueva metodología y al desarrollo de la filosofía que se logra más allá del límite mental. Su trabajo ha supuesto, en resumen, los siguientes logros:

– una reivindicación del saber humano en su forma habitual. No es la teoría, ni la ciencia, el modelo máximo de la sabiduría humana, sino la experiencia. Y así, tal y como sucede con los saberes prácticos, que son artesanales, algo así ocurre también con los saberes teóricos: que son susceptibles de una experiencia intelectual, de acuerdo con la cual alcanzamos a saber más y mejor que con el objetivismo de la teoría científica y su metodología exclusivamente analítica.

– una reposición de la metafísica, estrictamente como saber de principios, de los primeros principios, y de causas. Cuya defensa no entra en colisión con la libertad y autonomía del hombre, porque, según Polo, la metafísica y la antropología son saberes distintos y heterogéneos, aunque compatibles; y lo son porque el mundo y el hombre son a su vez seres distintos, realidades con distinto modo de existir, aunque coexistan.

– Y, sobre todo, una nueva formulación, trascendental, de la antropología, que considera a la libertad como un radical de la existencia humana, abierta al conocer y al amar. Con ella, en mi opinión, se da cauce adecuado a la pretensión moderna de independencia y autonomía, a la elevación del ser personal, pero sin apartar al hombre de la realidad: del mundo en el que habita, de los demás con quienes convive, y de Dios con quien principalmente coexiste.

Emmanuel Levinas

            Por su parte Levinas (1906-1995) es un pensador ruso-francés y judío, que padeció los rigores de la revolución soviética y de las guerras mundiales, pasando cinco años de cautiverio en los campos de concentración de la Alemania nazi. Y en su filosofía denunció también algo olvidado por el exceso teoretizante de la tradición filosófica occidental, centrada en sí misma: el otro, los otros y lo otro. El subjetivismo moderno, y el de la filosofía toda, es, para Levinas, algo egocéntrico. Por eso pretendió contestar al pensamiento contemporáneo, de Husserl y Heidegger principalmente, con una antropología que considerara al hombre como constituído desde fuera: por los demás, y para ellos; no autónomo e independiente, sino abierto pasivamente al influjo externo: de los demás, y de todo lo otro que no es el yo. Es su propuesta de Totalidad e infinito (1961), su primera gran obra filosófica. Así alcanzamos una visión del hombre un tanto distinta a la del subjetivismo moderno: como ser mortal, sexuado y genealógico.

            Pero, no satisfecho con esta antropología, Levinas dedicó su segunda gran obra filosófica, De otro modo que ser o más allá de la esencia (1974), a sostener el primado de la ética en la filosofía. Una ética de la responsabilidad y el testimonio, basada en el bien de que el hombre es capaz más que en su modo de ser; y que aspira a dar gloria a Dios, un Dios inasible por el hombre y trascendente. El inmanentismo de la teoría debe dejar paso al predominio de la práctica, y a la entrega generosa a los demás. Los filósofos oficiales, Heidegger en concreto, se habían olvidado de Levinas cuando cayó prisionero, y de todos los judíos; pero deben recordar que los demás son más importantes que los propios pensamientos y teorías.

            La filosofía de Levinas es un poco extremosa, pues reclama el completo olvido de sí y la generosidad enteramente altruista. Así es la ética anterior y más allá del primado de la razón. La antropología trascendental poliana, también alcanzada más allá del límite del pensamiento, es quizás más ajustada a la índole del espíritu humano, un espíritu capaz de tener y no sólo de dar. Pero ambas son propuestas para el hombre del siglo veintiuno, al que le urge comprenderse, y está quizás ya cansado de un pensar demasiado enredado en sí mismo o limitado a cuestionar el alcance de sus logros.

 Bibliografía (obras introductorias)

 LEVINAS, E.:

Dios, la muerte y el tiempo. Cátedra, Madrid 1994.

El tiempo y el otro. Paidós, Barcelona 1993.

Entre nosotros. Ensayos para pensar al otro. Pretextos, Valencia 1993.

Fuera del sujeto. Caparrós, Madrid 1997.

Humanismo del otro hombre. Caparrós, Madrid 1993.

POLO, L.:

Etica: hacia una versión moderna de los temas clásicos. AEDOS, Madrid 19972.

Introducción a la filosofía. Eunsa, Pamplona 19992.

La persona humana y su crecimiento. Eunsa, Pamplona 19992.

Presente y futuro del hombre. Rialp, Madrid 1993.

Quién es el hombre: un espíritu en el tiempo. Rialp, Madrid 19983.

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